Respuesta 1:
Como el caviar bueno es difícil de encontrar, es caro. Como los óvulos son tan delicados, requiere un tratamiento cauteloso. Para la mayoría de la gente, caro y delicado equivale a lujoso. Hay muchas personas que caen presas del encanto de una cocina que cuesta 34.500 dólares el kilo. Pero, si crees que es demasiado caro, considera esto. ¿Huevos de caracol, quizás? No es mi caso. Aunque tuviera los medios para comprarlos. Y he probado muchos alimentos diferentes.
Respuesta 2:
Por su escasez, delicadeza y sabor, el caviar auténtico se considera un alimento de primera calidad. Muchos artículos llamados “caviar” pueden encontrarse en supermercados y restaurantes, pero puedo prometerle que casi siempre son sustitutos baratos. En Estados Unidos, es costumbre extraer huevas de pescado de diversas especies, como la lumpo, pintarlas de negro con tinta de calamar y etiquetarlas como “caviar”. Las huevas de salmón se clasifican como “caviar”. También hay huevos de pez volador.
Sólo las huevas de esturión maduro, un antiguo tipo de pez que se encuentra en enormes lagos y sistemas fluviales, pueden considerarse caviar en realidad. Durante cientos de años, el Mar Caspio ha sido el principal suministro, con Rusia e Irán como principales productores. Sin embargo, el Mar Caspio está gravemente sobreexplotado y contaminado, lo que ha provocado que el número de esturiones caiga en picado hasta niveles de crisis. Afortunadamente, el esturión prospera en los cursos de agua puros de Estados Unidos, y ahora que hemos descifrado los procedimientos secretos de conservación del “malassol”, podemos hacer un caviar que rivaliza, si no supera, al de rusos e iraníes.
Las auténticas huevas de caviar son únicas, se mantienen unidas y no saben saladas en absoluto, sino que tienen el sabor de una deliciosa explosión de nata y mantequilla. Puede ser una experiencia reveladora probarlo por primera vez. Yo lo sirvo sobre blini, que son pequeñas tortitas de trigo sarraceno, o sobre tostadas cubiertas con crème fraiche y cebollino picado.
